Como hemos podido comprobar en la primera parte de la historia del seguro, desde sus albores, el ser humano ha buscado satisfacer sus necesidades esenciales para avanzar hacia metas más complejas. La búsqueda de seguridad ha sido una constante, un anhelo evidente al analizar la Pirámide de Maslow, teoría que organiza las necesidades humanas en diferentes niveles. En su base se encuentran las urgencias fisiológicas, como alimentarse y descansar, las cuales son fundamentales para la supervivencia. Sin embargo, una vez que estas están cubiertas, surge el imperativo de seguridad y protección, que ocupa el segundo escalón de esta jerarquía.
La exigencia de sentirse seguro, tanto a nivel físico como emocional, ha impulsado el desarrollo de sistemas diseñados para mitigar riesgos y protegerse frente a imprevistos. Así nacieron los seguros, una respuesta organizada y estructurada para garantizar estabilidad ante posibles amenazas. Desde sus primeras manifestaciones hasta los complejos sistemas actuales, los seguros reflejan esta aspiración humana por construir un entorno más seguro, convirtiéndose en un motor de estabilidad económica y social.
Antiguas civilizaciones como la babilónica, egipcia, romana, griega y china desarrollaron sistemas para compartir y mitigar los riesgos. Durante la Edad Media, estas prácticas evolucionaron significativamente y sentaron bases para estructuras más organizadas. En este artículo, exploramos cómo y cuándo surgieron las primeras compañías de seguros modernas que impulsaron el desarrollo de la industria aseguradora actual.
La importancia del seguro en el comercio con las Indias
Recordemos que el seguro marítimo, cuyo primer contrato registrado data de 1347, marcó un hito al asegurar el buque Santa Clara en su travesía entre Génova y Mallorca. Fue en ese momento cuando estos acuerdos comenzaron a denominarse pólizas, sentando las bases de un sistema destinado a mitigar los riesgos de la navegación.
Con el descubrimiento de América y el auge del comercio con las Indias, el seguro experimentó un importante impulso. La expansión de las rutas comerciales transatlánticas y la creciente necesidad de proteger las embarcaciones y mercancías frente a tormentas, naufragios y ataques de piratas, convirtieron el seguro en pieza clave para garantizar la viabilidad del comercio marítimo.
La fundación de la Casa de Contratación
En 1503, la creación de la Casa de Contratación de Sevilla sentó las bases para regular todos los aspectos del comercio con el Nuevo Mundo, incluyendo los seguros. Se encargó de establecer normativas que garantizaran la seguridad de las operaciones comerciales y de navegación, fomentando la confianza en el sistema. Con las Ordenanzas de Monzón de 1510, se introdujeron medidas para evitar fraudes en los seguros. Entre las disposiciones más relevantes, se prohibieron los contratos verbales y se limitó el valor asegurado de los barcos y sus cargas a dos tercios de su valor real. Estas regulaciones incentivaban a los propietarios y capitanes a velar por la llegada segura de las embarcaciones.
El Consulado de Sevilla
En 1543, la fundación del Consulado de Sevilla consolidó el seguro marítimo como un mecanismo esencial para gestionar riesgos. Reunía a los principales comerciantes españoles vinculados al comercio indiano, estableciendo un sistema de contribuciones obligatorias conocidas como averías. Estas aseguraban la defensa de los barcos frente a los ataques de piratas y corsarios.
Ya en esta época apareció la figura de los primeros profesionales especializados en asesoramiento en seguros, conocidos como “ encomendaderos, agentes o corredores”. Desempeñaban un papel clave al facilitar y gestionar los acuerdos entre las partes. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVII, tras el devastador Gran Incendio de Londres en 1666, cuando aparecieron las primeras empresas de seguros.
El Gran Incendio de Londres y el origen de los seguros contra incendios.
El 2 de septiembre de 1666 marcó un punto de inflexión en la historia de los seguros. Un devastador incendio cuyo origen fue una pequeña panadería londinense, se extendió sin control durante tres días debido a los fuertes vientos, reduciendo gran parte de la ciudad a cenizas. El impacto fue catastrófico: más de 13.000 casas, 87 iglesias, la catedral de San Pablo, el ayuntamiento y numerosas infraestructuras quedaron destruidas. Alrededor de 80.000 personas perdieron sus hogares y sus medios de vida, enfrentándose a una crisis sin precedentes.
Uno de los testigos de esta tragedia fue Nicholas Barbon, un médico de profesión que decidió dar un giro a su vida. Impulsado por su compromiso con la recuperación de la ciudad, Barbon fundó la Fire Office, la primera compañía aseguradora contra incendios. Su objetivo era ofrecer un sistema que protegiera a los propietarios de futuras pérdidas, brindándoles seguridad económica frente a posibles desastres similares.
Este suceso impulsó la creación de compañías de seguros contra incendios y sentó las bases para la evolución de los seguros tal como los conocemos. El Gran Incendio de Londres dejó una lección clara: la importancia de contar con sistemas organizados para gestionar los riesgos y garantizar la protección ante catástrofes.
Lloyd’s y la creación del sistema de seguros.
A finales del siglo XVII, a orillas del río Támesis, comenzó a gestarse una de las instituciones más importantes en la historia del seguro. Edward Lloyd, propietario de una cafetería situada en el centro financiero de Londres, abrió un espacio de encuentro para comerciantes y hombres de negocios. Este café, conocido como Lloyd’s, se convirtió en el lugar de reunión clave donde se discutían temas comerciales y se compartía información sobre el transporte marítimo.
En 1698, Edward Lloyd comenzó a publicar «Lloyd’s News«, un boletín con noticias sobre los viajes más recientes, los mercados internacionales y los cargamentos enviados, además de reportar pérdidas ocurridas en el mar. Se convirtió en una fuente esencial de información para los comerciantes y aseguradores, creando un ambiente propicio para la transferencia de riesgos. En este contexto nació la primera asociación de aseguradores privados: «Lloyd’s Underwriters», formada por un grupo de empresarios que se reunían regularmente en la cafetería.
Esta red de aseguradores evolucionó, dando lugar al Lloyd’s de Londres, institución reconocida como la mayor sociedad de aseguradoras del mundo. Hasta mediados del siglo XX dominó el mercado de seguros marítimos en Inglaterra y su influencia se extendió más allá del ámbito marítimo. Hoy en día Lloyd’s sigue siendo un referente global en el sector, manteniendo su legado como la bolsa de seguros y reaseguros más importante del mundo.
La evolución de los seguros: de la Revolución Industrial a los desafíos actuales.
Cuando llegó la Revolución Industrial en el siglo XIX, la economía experimentó una transformación radical que impulsó el crecimiento de nuevos tipos de seguros. La industrialización, la producción en masa y la expansión de las ciudades trajeron un aumento significativo de los riesgos laborales, accidentes, incendios y robos. Las antiguas pólizas, centradas principalmente en el seguro marítimo, tuvieron que adaptarse a la nueva realidad del mundo industrial, lo que dio lugar al desarrollo de productos más específicos para cubrir nuevas necesidades (seguro de accidentes, de vida, robo…).
La innovación en los seguros se produjo de la mano de sectores como la manufactura, el transporte terrestre y la construcción, necesitados de cubrir desde maquinaria hasta la seguridad de los trabajadores en fábricas y minas. Las aseguradoras comenzaron a diversificar sus ofertas, en respuesta a la creciente demanda de protección.
Los seguros siguen evolucionando, impulsados por los numerosos avances tecnológicos. La ciberseguridad se ha convertido en una de las principales áreas de enfoque, con pólizas diseñadas específicamente para proteger frente a las crecientes amenazas digitales. En un mundo interconectado y en constante cambio, el mercado asegurador sabe que debe continuar adaptándose a los desafíos del presente y el futuro.
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